miércoles, 25 de febrero de 2015

El silencio escénico y el silencio narrativo

El escritor se la juega en lo que no escribe. El silencio siempre dice algo, siempre dice mucho. Es un recurso literario fundamental (que se desvirtúa si no se lee en silencio). El silencio adquiere valor semántico cuando es pertinente, y actúa como caja de resonancia del texto, como los tubos de un órgano que modulan la sonoridad de las palabras. Además el silencio pauta el ritmo, y determina la intensidad.
Pero el silencio narrativo difiere del silencio escénico:

El silencio escénico se logra introduciendo una pausa, una demora entre frase y frase, en un juego de los actores que resulta análogo al del diálogo ordinario e improvisado (aunque el silencio literario no deba confundirse nunca con el silencio coloquial). 

El silencio narrativo no puede radicar en la ausencia de texto, si bien los signos de puntuación, los espaciados y las transiciones entre un capítulo y otro, inducen al lector a interrupciones momentáneas de la lectura. Al margen de estos recursos, más propios de la mecánica lectora que de la escritura en sí, el silencio literario mana, en la narración, de la capacidad de demorar el ritmo, de refrenar la narración con un meandro descriptivo, de acentuar la intensidad del texto con un un remanso reflexivo o un súbito viraje lírico...

El silencio narrativo sólo se consigue con palabras, que son, además, las más difíciles de escribir.

2 comentarios:

  1. Sin duda se lee mucho mejor, incluso en silencio

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    1. Desde luego, supone un placer el acompañamiento de la lectura con los compases de fondo de una música grata y adecuada. Es innegable. Tan sólo pretendo resaltar que cuando se lee en silencio, oímos notas del texto que de otra manera pasarían inadvertidas.

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